Pronto se cumplirá un año del cierre de Renoir
Audiorama en Zaragoza. Un cine que fue esencial en mi vida durante
más de diez años. No fue sólo un trabajo o un modo de ganarse la
vida. Es duro perder un trabajo que te gusta, perder muchas noches
de sueño, observar tratos desagradables, comportamentos
intolerables, miseria, derrota de una forma de vivir, y otra serie de
situaciones que desembocan en el desencanto y la tristeza. Debe ser
que me hago mayor o que no tengo la fuerza que me gustaría. O
simplemente soy de carne y hueso.
Ayer tuve el juicio laboral, tan rápido que asusta,
y que quedó visto para sentencia, pública en quizá unos quince
días. Podría ser otro capítulo de mi libro, del que hay en mi
mente, y que debería escribir, aunque sólo quede como residuo de
lo vivido, y como resistencia frente al olvido. Mientras tanto, me
doy cuenta que ante el absurdo de todo sólo queda mi propia verdad,
mis intuiciones, en las que confío. No importa la sentencia,
realmente, intento decirme, que puede ser favorable o desfavorable,
sino lo que yo pienso, lo que yo he vivido, el trato que creo haber
recibido antes del cierre e inmediatamente después. También
durante estos meses.
Es algo generalizado en nuestro modo de vivir, que
se extiende, que amenaza con una deshumanización y un vacío que hay
que combatir cuanto sea posible.
En algunos momentos me siento como la pantalla de la
sala 2 del viejo Renoir Audiorama, hoy abandonado y desolado. Estoy
tirado por los suelos, arrastrándome en busca de fuerza para
levantarme, viendo mi lugar minúsculo ante los acontecimientos.
Sólo me queda escribirlo e intentar mantener una
manera de vivir para sentir que no todo es absurdo. Mientras
asistía y escuchaba en silencio a los abogados, durante el juicio,
me sentía profundamente solo. Sólo escribiéndolo puedo sacudirme
un poco el hastío, la madrugada, ese espectro del absurdo del Viejo
Renoir Audiorama sin películas, sin cinéfilos, sin los compañeros,
conmigo mismo ante esas figuras misteriosas que uno no sabe si son
gigantes o molinos.