S. en el Renoir abierto. Clientes que felicitan las fiestas cuando se aproximan, como Ramón Perdiguer o Antonio Roy.
El puente de la Constitución se arma el árbol. Y siempre el soniquete de las máquinas que proyectan, en estos días en que los cines de la cadena que se salvaron están haciendo la reconversión al digital. Recuerdo perfectamente los platos, su movimiento, sus rutinas.
Las bobinas rodando por el suelo de sala en sala.
La película que pasa por los pivotes de los platos. O, arriba, quizá montando o desmontando una película. Baja A, atento para hacer las palomitas en el momento justo. El saco de maíz a hombros. Los cambios que se piden entre sesiones. Las luces cuando el cine queda en penumbra por la oscuridad invernal.
Algo para merendar, quizá. La alegría cuando entran espectadores.
Y unos versos que apunté el otro día, a propósito de todo esto, de José Emilio Pacheco.
"Mira las cosas que se van,
recuérdalas,
porque no volverás a verlas nunca".
Que entrada más triste.
ResponderEliminarEl recuerdo de la emoción del cine perdura.Las ilusiones por contemplar bonitas películas,el ánimo de conversar de cine,la amistad entre las personas.Ojalá algún día vuelva a ser el del cine con sentimientos el que nos vuelva a unir.Feliz Navidad
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