Era un periódico para promocionar las películas, informar un poquito, hacer autobombo, especialmente de las películas de Altafilms, que para quien no lo sepa, es la distribuidora hermana de la cadena Renoir. Altafilms distribuye y los Renoir exhiben. El mismo perro con distinto collar. Era una especie de contraataque contra las publicaciones gratuitas o contra toda la parafernalia o quincalla publicitaria con la que nos bombardean por otras vías para ver tal o cual película hecha bajo el auspicio de las multinacionales del cine. Tenía su lado de encanto y su lado casposo. Las dos caras.
Podías averiguar que existía una nueva película de José Luis Guerín o de David Lynch, una nueva película de Bernardo Bertolucci o Agnes Jaoui. Entrevistaban a José Luis Cuerda o a Montxo Armendáriz, a Paul Laverty o a Fernando Meirelles. Un buen medio para enterarse que había algo más que otra secuela de Walt Disney o la nueva película de Tom Cruise.
Ahora desaparece este panfleto. O por lo visto, según dicen, desaparece en el formato papel. La idea debe ser que siga existiendo una versión en internet, o para descargar, que no lo sé.
No deja de tener su ironía que La Gran Ilusión quede para cajones o trasteros de coleccionistas, para el recuerdo, para una nebulosa que a muchos se les escapa, en la red. No deja de tener sentido que el cine sea ya un puro mercadeo para vender chucherías o juguetes, que el reducto o el fuerte en el que quedan unos pocos intentando defender otro tipo de consideración para el séptimo arte sea un sueño pasado u olvidado, de otro tiempo.
Es el momento de la franquicia, del cine (sala) sin sabor romántico, del cinismo. O quizá era todo un espejismo y simplemente es que la riada nos va cogiendo a todos.
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