jueves, 6 de septiembre de 2012

La tomatera

No es todo extrañeza.   Es una parte del pastel, no el pastel completo.    Es alegría encontrarte, como hace unos días, con Juanjo, viejo compañero de EGB y currante del Izas, que alguna vez subió persiguiendo por las escaleras a algún cliente que había olvidado pagar antes de entrar a Renoir a ver una película.   También subió por algún apretón, cuando el baño de Izas estaba inundado de futboleros.   Tengo ganas de volver por allá cualquier día y tomar una buena tapa de tortilla o una croqueta.

Ayer me encontré con Arturo, puro chandalismo y zaragocismo, como siempre.  Reía, se alegraba de verme y me preguntaba por E. y A. Me decía que hace tiempo que no iba a ver películas a otros cines.   Le animé a hacerlo, aunque mi mala memoria no me trajo película alguna a la mente.   

Renoir era un poco, además de un cine, una tomatera.  Tomatera en el tejado,  con vistas a la vieja Romareda.   Se accedía desde una pequeña verja.    La tomatera estaba cuidada por O.  Pero cuando él no estaba, quedaba un tanto abandonada, los frutos caían o volaban, la tierra se secaba, la planta se doblaba, se quejaba.   La maceta era grande, la tierra era buena, pero las tomateras, como los cines, para estar vivas, necesitan cuidados.  Hay que preocuparse por ellas/os y no dejarlas/os tirada/os.    Darles buen agua.   Cuidar a una planta no es ninguna broma.  Dicen, incluso, que hay que hablarles.  Seguro que no les viene mal.

>> La tomatera, en el invierno de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario