En este descanso hay montañas de libros, de películas, de fotografías de estrellas del cine, pero sobre todo hay un refugio, una terapia de cinéfilos que se reunen y escuchan, demostrando que el cine todavía está vivo para ellos, que no es aún un arte de otro tiempo.

Vuelvo a fijarme en los cinéfilos según van exponiendo sus opiniones. Ayer les grababan para un documental. Estuve más de dos horas, saludando a Pepe Laporta, Rafael Alarcón, Juan Carlos Ajenjo, Fernando Gracia y otros habituales que acudían asiduamente a Renoir Audiorama. Por allí está el diploma que nos entregaron por Babel, que estuvo años en el cine y ahora ha vuelto a la tertulia. Pepe, siempre pendiente, me enseña un ejemplar de La Gran Ilusión, el último ejemplar que se editó en papel. Saludo a Julio Cristellys.
Afortunadamente, la Gran Ilusión de los cinéfilos sigue viva, en esta tertulia en la que los cinéfilos se apasionan, se enzarzan y hablan por turno, presididos por Ramón Perdiguer, en un rincón luminoso, único, el de una tertulia cinematográfica, especie en extinción y que afortunadamente, está en plena vigencia en esta Zaragoza atacada, en ese frente de la cultura y la educación, a diario, en medio del desconcierto en que nos encontramos. Ellos resisten y están ahí.
Les dejo antes de que terminen, mientras Luis Betrán defiende "César debe morir", para acudir al Teatro del Mercado, donde actúa Luis Pastor. Al salir, bajo las escaleras y vuelvo al peso de lo cotidiano.