Nadal es un tipo gigantesco dentro del deporte actual. Pero me gusta más verle jugar en condiciones adversas, que con el viento a favor. En Roland Garros tiene el viento a favor. La tierra batida le favorece. No es lo mismo en hierba. Los españoles huyen de allí. Las cosas son difíciles y a la gente no le gustan las cosas difíciles.
Nadal dijo que quería ganar Wimbledon. Nada hay más difícil para un jugador criado en la tierra batida, que ganar sobre hierba el mayor torneo del mundo. Fue y salió trasquilado. Pero volvió y volvió. Jugó finales, pero las perdió. No hay manera, hubiera dicho alguno o alguna.
Pero en 2008 volvió. Venía de ganar Roland Garros, otra vez. Nadie había ganado Roland Garros y Wimbledon el mismo año desde Borg, hacía muchos años.
La cosa empezó bien: dos sets a cero ante el mago Federer, maestro en la hierba. Pero el mago suizo empezó a sacar conejos de la chistera y el partido se fue torciendo. Todo parecía ir mal. Cada vez había menos luz. Anochecía en Londres y Nadal hizo un esfuerzo supremo. Mantuvo a toda costa su saque y el resultado era 64 64 67 67 y 77 en el quinto set y definitivo. Agotados los dos magos, se arrastraron hasta sus chisteras intentando aguantar el nerviosismo y recordar sus mejores trucos.
Nadal llegó primero a su chistera y ganó 97 ese quinto set. Ganó Wimbledon.
La historia siguió y sigue hoy en día.
Aquel día yo estaba trabajando en el cine, pendiente de la radio. Salí corriendo a mi casa, para llegar a ver el quinto set. Me levantaba del sofá, me retorcía en mi casa en caluroso julio.
Ahora el partido lo juego yo. El rival es inteligente, un mago peligroso. Me ganó los dos primeros sets del partido. Pero en el tercet set le he roto el servicio y me he adelantado. Haré todo lo que pueda para remontar.
>> En la foto, el mago Nadal, al servicio, en Wimbledon.
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