viernes, 4 de mayo de 2012

El cine, en cierto modo, es un organismo vivo, que siente y sufre.  Nos trajeron ayer flores.  Y el cine se retuerce, vuelve a brillar por un instante, se pone contento si ve que su sala 3, con la película de Ken Loach (Route Irish), tiene público.   Al cine le gusta que le fotografíen, que lo saquen reluciente, pintón.   El cine gusta de tener sus luces dadas, vistoso, con buenas películas en sus cuatro salas, con películas de Polanski, Allen, Eastwood o Bertolucci.  Al cine le gusta también proyectar películas de directores noveles o que están buscando su camino.  Le gusta tener películas de otros aragoneses como él, como Saura o Borau.   El cine todavía esta vivo por unos días, todavía tiene el halo de luz en sus salas, todavía siente el repiqueteo de las palomitas rebotando en el ambigú, todavía tiene a sus trabajadores dentro.   Todavía no cree que todo pueda terminar.

>>La foto, un detalle de la mesa de montaje de Renoir Audiorama.  Se ve película, colas, quizá algún trailer, una pequeña neverita al fondo.

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