Hoy vuelvo a intentar contactar con
Madrid para evitar que siga esta carrera desenfrenada de
incomunicación. Enviaré otro correo y os seguiré contando.
Esta noche dormí muy mal. Muchas
historias ayer, con el cine desmantelado, con las pantallas
deshechas, alguna de ellas tirada al suelo para poder quitar las
torres de sonido. Terrible, dejar al cine mudo, ciego, cortarle las
manos. Todo esto se podía haber evitado, desde hace meses, en el
último mes, en las últimas semanas.
Pero el Renoir Audiorama no está muerto. Digamos que está en coma. Puede resucitar.
Sólo hace falta la unión de varias
voluntades. Cuando la primera dé señales de vida, será más
fácil.
A menudo me entristezco con esta
situación pero extrañamente suele despertarse una especie de
indignación que me lleva a seguir en la pelea, como el boxeador
mexicano del relato de Jack London.
Gracias a la gente que comenta y se
solidariza. Intentaré seguir escribiendo aquí tanto como pueda,
incluso más de una vez al día si es necesario. Sé que hay mucha
gente que conozco, y que no conozco, leyéndolo cada día.
Por cierto que ayer, al menos, en mi
absurdo, acabé llevándome miel, café, manzanilla, que uno en
cualquier momento puede necesitar estos productos que yo consumía en
Renoir. Además me recordarán que tengo que prepararme algún café
“Paul Newman” o algún cóctel “Malik”, homenajeando al
profeta.
Y tengo ya algo para la Tertulia
Perdiguer, reducto de la cultura en esta ciudad. El diploma
acreditativo de “Babel” como mejor película en su año
correspondiente. Se estrenó en la sala 1 de Renoir Audiorama.
Seguro que a Ramón le gustará tenerla en la maravillosa sede de la
Tertulia.
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